¿Cómo se desarrolla un taller de Constelaciones Familiares?

Nos reunimos en sintonía con la vida, entregados a algo más grande que nos guía, en un espacio de profundo respeto, con humildad y recogimiento.

Renunciamos de antemano a las explicaciones teóricas o a entender cada detalle de la representación, pues confiamos en el campo y sus señales, y sabemos que sólo así la imagen perdura, actúa y cobra fuerza.

Más adelante con el tiempo llegará la transformación.

La constelación no es un psicodrama ni un teatro, no hay que representar nada. Se podría decir que se trata de dejar que nuestro cuerpo sea movido muy lentamente y en silencio, como si fuera una meditación activa.

La persona que acude a constelar, expone en tres frases como máximo su tema. El constelador testa cómo elaborar la constelación y a qué representantes sacar. Todo el proceso transcurre en silencio y sin intervenciones. El constelador sentirá cuándo es el momento de que el cliente pronuncie determinadas afirmaciones o frases que pueden ayudar a liberar o incluir, a sanar.

Sabemos que la calidad de la constelación depende en gran medida de la calidad de la representación. Cuanto más centrados y recogidos se encuentren los representantes, cuanto más se olviden de su propio caso personal, y más se entreguen a todo como es, más energía de sanación se dará. Es importante recordar que el representante no tiene nada que ver con lo que va a representar, simplemente se convierte en un canal.

Todos los participantes quedan así tomados desde el centro vacío al servicio del sistema familiar y del destino de la persona que se constela, dejándose actuar por el campo.

Podemos describir una constelación como un movimiento energético, que tiene una representación en un espacio físico y en un tiempo limitado, pero que luego no concluye, sigue actuando como imagen indeleble en nuestra vida.

¿Qué es ser representante?

Ser representante es ponerse totalmente al servicio del sistema familiar y de la vida de la persona que constela su tema. El representante se entrega en silencio y muy centrado a su movimiento, sin mente ni emoción, solamente guiado por la energía.

En ocasiones, será el constelado quien elija a un participante para representar algo y otras veces ocurrirá que los asistentes, sentados en sus sillas, sentirán profundamente a través de las sensaciones corporales, que necesitan levantarse, pues han sido tomados por la constelación. Un picor, unas mariposas en el estómago, una tos, una cierta inquietud, etc. serán indicadores de que forman parte de la constelación.

El representante no tiene por qué conocer a la persona, es la resonancia entre ambos la que va a mover la representación. El gran trabajo interno del representante es olvidarse por completo de su propia vida y renunciar a saber algo más. Cuanto más se vacíe de todas estas impresiones, más energía de sanación y reconciliación alcanzará al constelado y a todo el grupo.

El buen representante se caracteriza por movimientos lentos, desprovistos de emociones y de dramatismos. Las emociones las expresa con profundidad, pero sin afectación o intención, sin dejarse avasallar. Al finalizar la constelación, regresa a su lugar con calma y a los pocos minutos vuelve a ser él mismo con naturalidad.

Desde su centramiento, comparte en pocas palabras aquella información que resulte útil y dé fuerza al cliente. Solamente aquello que permita una nueva toma de conciencia, solamente lo necesario.

Si algo permanece en el representante después de la constelación, es señal de que algo interno propio, que pertenece a su vida, se ha activado, por tanto necesita ser visto e incluido con amor. Es un regalo que llega a través de la representación centrada.

¿Qué hacer después de una Constelación Familiar?

Es importante saber que el movimiento de la constelación no se agota ni se acaba, sigue actuando más allá de la representación. Puede que en los días, semanas, meses o incluso años después de la constelación, sigas procesando información relevante para tu evolución. Todo sucederá de una forma muy natural, en sintonía con lo recibido. En este tiempo se irán creando los cambios sistémicos y energéticos en ti y en tu entorno más próximo.

Algunas personas, los días posteriores al taller suelen sentirse especialmente cansadas, con dolores físicos, con síntomas como el resfriado, un leve catarro o una gripe. Es buena señal, tu organismo está “resolviendo” lo anterior e integrando y abriéndose a lo nuevo. Date tu tiempo y cuídate especialmente, desde la confianza de que todo está en su justo lugar.

Aprovecha para profundizar en las afirmaciones o frases que dieron fuerza a tu constelación: “me despido del pasado”, “os llevo en mi corazón”, “renuncio a la expiación”, “me permito ser como soy”, “elijo la vida”…

Y por encima de todo, cultiva tu estado adulto y centrado, conectado al momento presente.

La vida y tu sistema familiar se encargarán de indicarte cuándo es el momento de volver a constelar.

No tengas prisa. Confía en tu proceso.

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