Elementos básicos en la Meditación

A la hora de sentarnos a meditar, habría varios elementos importantes a tener en cuenta: el asana (postura), la posibilidad de realizar la meditación en soledad o en grupo, y por último, la necesidad de tratar un tema en concreto que guíe nuestra búsqueda.

La postura en la meditación

La postura constituye el punto de partida para la práctica de la meditación. La columna vertebral debe estar erguida y sostenida sin esfuerzo en la vertical. Puesto que la práctica tiene un tiempo de duración, que puede variar de los diez minutos (mínimo) a los 25/30 minutos, es importante que haya firmeza, relajación, comodidad y sobretodo quietud corporal.

Existen muchas posturas de meditación, pero las más importantes son: padmasana (loto), ardha padmasana (medio loto), siddhasana (postura perfecta), sukhasana (postura fácil), virasana (postura del héroe), vajrasana (postura del diamante), etc.

Como todos los asanas, las posturas de meditación configuran un circuito energético cerrado, de manera que se genera a medida que avanza la práctica, un flujo y una calidad energética que en otras condiciones no se crearía.

Si aparece la comodidad, la atención relajada y la quietud en el cuerpo, se facilita la interiorización, y por lo tanto la entrada en la conciencia testigo.

En el caso de que la persona tenga dificultades para acceder a cualquiera de estas posiciones, es esencial facilitar otra alternativa igualmente válida como por ejemplo sentados en una silla. Los dos pies deben estar bien arraigados a la tierra y la espalda ligeramente separada del respaldo.

La quietud física es otro elemento básico en nuestra práctica meditativa,  ya que influye en la estabilidad del conjunto de funciones fisiológicas, motoras, sensoriales, energéticas y mentales del individuo.

En la posición de meditación (siddhasana) existen tres elementos esenciales: la altura del soporte/cojín para la elevación de las caderas, la rotación externa de las caderas y la posición de las manos (palmas hacia arriba/hacia abajo, con mudra/sin mudra).

Es interesante destacar cómo todos ellos van a influir en la posición de la mirada, la orientación de nuestra atención y el flujo energético.

Si la meditación se realiza en shiddhasana con las palmas de las manos hacia arriba, vamos a percibir que la zona torácica se abre generando así una leve extensión en la columna dorsal. Debido a la rotación externa de los hombros, la mirada se focaliza hacia fuera (hacia los ángulos externos y ligeramente hacia arriba), la atención queda relajada y el flujo energético diluido.

Esto supone que nos vamos a conectar ampliamente con la energía cósmica, energía universal, el Todo, Algo más Grande, etc. Pero al quedar el flujo energético diluido a lo largo de la columna vertebral, podremos entrar más fácilmente en estados de dispersión.

Si por el contrario colocamos las palmas de las manos hacia abajo, haremos una rotación interna de los hombros, de modo que la parte anterior del tronco trabajará con más tonicidad, lo cual producirá en la espalda una cierta disminución de las curvas fisiológicas. La mirada en este caso se focaliza hacia dentro, hay plena atención y el flujo energético está canalizado en el sentido de la verticalidad. Como la mirada desciende considerablemente hacia el interior del tronco y del abdomen, habrá que evitar en lo posible los estados de excesiva relajación o somnolencia, especialmente cuando hay poca práctica previa.

La incorporación de jñana mudra (unión del índice y pulgar con las palmas hacia arriba) o de chin mudra (unión del índice y pulgar con las palmas hacia abajo) intensificaría los beneficios anteriormente comentados en cada una de las dos colocaciones.

Meditación en solitario o en grupo

Al comenzar a transitar por el camino de la meditación, uno a veces se pregunta si resulta más adecuado realizar la meditación de forma individual en casa o bien en el contexto de un grupo. Ambas opciones son válidas, aunque el alcance de cada una es diferente.

El recogimiento y la interiorización que proporciona la práctica en soledad, es único. Sin embargo, en grupo se instala de forma natural una conexión energética que hace que todos los participantes permanezcamos vinculados los unos a los otros a través de una red invisible de hilos que nos mantienen con vida. La quietud, el centramiento, la vibración energética y el flujo de conciencia continuado que se establece, permiten que la meditación se prolongue durante más tiempo sin esfuerzo, por lo tanto nuestra experiencia meditativa se convierte en algo más real y auténtico.

Por otro lado, cabe recordar que el ser humano nunca está en total soledad, pues lleva dentro de sí miles de lazos afectivos que se han ido tejiendo a lo largo de su vida, ya sean conscientes o inconscientes, todos ellos igualmente necesarios. Existimos y nos desarrollamos gracias a nuestros vínculos, que a su vez generan apegos.

Al hacer Yoga o meditar, nos conectamos con la red de lo suprasensorial, lo supramental, lo supraemocional, y nos sentimos pertenecer a un Todo, razón por la cual experimentamos tan claramente esa nítida sensación de bienestar, que puede perdurar bastante tiempo, y que se instala como una corriente continua en la vida cotidiana, más allá de las circunstancias y del devenir de los acontecimientos.

Intuimos que en las profundidades existe, incluso en los momentos de crisis y dificultades.

El tema de nuestra Meditación

Al inicio es conveniente y de gran ayuda meditar sobre un tema concreto para despertar en nosotros la búsqueda intuitiva. Con la práctica, es adecuado proponer la meditación a partir del silencio, es decir, sin contenido.

Aquí hacemos referencia a los dos grandes tipos de meditación: saguna y nirguna. En la meditación saguna realizamos una purificación de todas las funciones mentales, emocionales, psíquicas, etc. Sería una invitación a resolver los conflictos psicológicos que afectan al yo. De ahí que siempre se emplee un tema (objeto) en particular para orientar el proceso y su propósito.

Sin embargo en la meditación nirguna, no existe un tema de antemano (sin objeto) y se transciende por completo el yo, la mente, las emociones, los sentidos, los contenidos psíquicos, y en general todo aquello que se encuentre relacionado con nuestra vida cotidiana.

Para acceder a la meditación nirguna, solamente se requiere de silencio interior, pero es cierto que nuestra mente vive la mayor parte del tiempo aprisionada por pensamientos improductivos de todo tipo que en el momento de meditar van a emerger con fuerza, pues la persona al fin se ha dado el momento y la quietud necesarias para que se libere la psique.

Dicho de otro modo, cuanto más anhelamos el silencio, más ruido interno percibimos. Y esto es así debido a que necesitamos previamente una ascesis o un proceso de purificación interna para acceder verdaderamente a nuestra naturaleza.

Os deseo a todos una experiencia meditativa próspera y feliz.

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